lunes, 2 de septiembre de 2013

Cuatro escenas aparentemente inconexas (para explicar el nacimiento de este impetuoso proyecto)

Me gustaría limitarme a comentar los objetivos que persigue La Diosa Ambarina. Pero aquello me resulta imposible sin antes contar cómo fue que caí en cuenta que era ella a quien venía buscando desde hacía mucho tiempo. De eso, y más, tratan las siguientes líneas.

1.
Hace unos días soñé que deambulaba extraviado a las afueras de una ciudad devastada. Era de noche y me acompañaban otras personas. Recuerdo algunos rostros, pero ninguno me pareció conocido. Quisiera decir que huíamos. Así dotaría de sentido a nuestra marcha. Porque en el sueño anterior —que mostraba un paisaje similar aunque iluminado por el crepúsculo— nos perseguían. Creo que éramos una pandilla de harapientos indeseables que debía ser eliminada. Sin embargo, en este segundo sueño nada de eso pasaba. Andábamos solamente. Entonces lo más probable, si es que un sueño era la continuación del otro, es que ya nos habían expulsado y pues no nos quedaba más que buscar un nuevo sitio dónde refugiarnos. De repente, en el cielo, surgió amenazante un látigo de luz azul. Apenas lo vimos, sentimos miedo. Era un rayo que comenzaba a formarse entre las nubes. Yo no podía dejar de mirarlo, pese a que cada vez se extendía más y más,cual si fuese una cobra que quisiera saltar hacia mi pecho. En cualquier instante iba a caer sobre nosotros. Gritamos con pavor. Nos lanzamos al suelo. Y lo vimos dirigirse a la tierra. Atravesó el aire en un par de segundos y una explosión se produjo de inmediato. Es aquí cuando termina mi sueño. Desperté bastante desconcertado. ¿Qué clase de mensaje expresaba un sueño como este? Solo atiné a escribir unos versos que me ayudaran a conservar aquella imagen en mi cabeza. Son estos: “¿Cómo será el fruto incandescente / de la enorme rama de luz / que vino del cielo?” Desayuné y unas horas después me conecté a Internet, tanto para saber de ti, como para averiguar por el significado de aquel sueño. Fue de ese modo que me enteré que soñar con un rayo de luz es algo muy bueno. Significa que por fin nuestra mente ha visualizado con claridad las cosas que quiere o que le rodean. Así que si durante tanto tiempo había esperado por una señal, ésta ya me había llegado.

2.
Cuando preparaba un artículo sobre la ensayística de Eielson, revisé una entrevista que el sabio campesino de Cerdeña le ofreció a Abelardo Oquendo, uno de los directores de Hueso Húmero, allá por 1981. Oquendo, en una de sus primeras observaciones, se refiere a Canción y muerte de Rolando y a Antígona y sostiene que detrás de la esplendorosa belleza que tales composiciones expresan, subyace no solo la terrible degradación de la materia sino también la muerte. Eielson le responde: “El poeta, simplemente, trata de poner en palabras la visión de una totalidad, aun si, como en este caso, esa totalidad es un derrumbe y un eclipse: son los reinos subterráneos, que terminarán por prevalecer sobre las trivialidades y los inútiles devaneos de la superficie. Esos reinos son verdaderos, son deslumbrantes y son nuestros. Como ellos, la poesía peruana será subterránea, será deslumbrante, o no será.”Aquella última frase reventó sin piedad el estanque de mi conciencia. Porque más allá de su nada casual similitud con la fórmula surrealista para definir a la poesía, descubría en ella una sentencia llena de convicción que me otorgaba en tan solo diez palabras una serie de grandes revelaciones. Ahora trataré de trasmitir algunas de ellas, en lo que mi lenguaje me lo permita. La primera: que se podía concebir a la poesía peruana como si de un solo cuerpo se tratara, uno que conforme transcurrieran los años no dejaría de crecer. La segunda: que aquel cuerpo no necesitaría de una luz exterior para que brillase, porque la energía de su esplendor emanaría de sí mismo, diluyendo, entonces, cualquier oscuridad que lo rodeara. La tercera: que dicho cuerpo necesitaba enterrarse en el suelo que lo albergaba, pero no con el fin de esconderse, sino con el de captar sus nutrientes —sus motivos para existir— de similar manera a la de las plantas que a través de su rizomas lo hacen del lugar donde se encuentran. Hay más, pero creo que con estas bastan para que se me comprenda. ¿No?

3.
Yo solía escribir poesía hasta 2008. Desde 2005 participé en varios recitales. Y cuando aún integraba el grupo Nudo de Voces, a mediados de 2008, surgió la idea de que nos publicáramos, de que fuéramos nuestros propios editores. Fui yo el primer seleccionado. No obstante, por motivos que no recuerdo, decidí ya no publicar. Los demás tampoco se molestaron en mostrar lo suyo y, finalmente, la idea, el proyecto y el grupo se cancelaron.Cada uno siguió su camino. En mi caso, fundé y dirigí una revista de ensayos llamada Estereograma. Conseguí un trabajo de tiempo completo. Terminé la universidad. Me fui de mi casa para vivir solo. Llevé un diplomado en Gestión Cultural. Y entre una y otra experiencia viajé desde las cumbres más luminosas hasta los más infernales rincones del corazón. Durante esos años mis únicos vínculos con la escritura fueron mis pobres cuadernos de tapa negra donde no recogí nada más que meros apuntes ocasionales. La poesía parecía un asunto olvidado. Pero todo cambió en 2013. Debido a una monografía que realizaba para otra persona, puesto que también fungía de negro literario, tuve que ampliar mis conocimientos en poética (la reflexión sobre la poesía desde sus más diversos aspectos).Y este tema, que me atrajo de inmediato, logró que emparentara mis principales intereses intelectuales: el ensayo y la metaliteratura. Comenzaban a cuadrar las cosas. No en vano aquellos escritores que eran mis preferidos también habían teorizado al respecto. Fue así que dicté un taller sobre poéticas, aprovechando la oportunidad brindada por el Centro de Estudiantes de Literatura de mi alma máter. Por esos mismos días, gracias a la invitación de un buen amigo mío, pude recitar nuevamente. No me importó que solo fuera ante diez personas. Anoté en mi cuaderno de entonces: “¿Será que la poesía desea volver a mi vida?”Por ello, cuando me regalaste una brújula, en los primeros días de abril, quedé convencido de que había llegado el momento de retomar el camino que me correspondía: la poesía.

4.
Además de Eielson, la otra figura local que admiro por su labor y legado es Sebastián Salazar Bondy. Fue por intermedio de mi padre que lo conocí. Yo tendría catorce o quince años cuando leí Lima la horrible. Me acuerdo que una noche mi padre se acercó a mi habitación, me mostró el pequeño libro, algo maltrecho por el tiempo, y lo único que me dijo fue: “Tal vez te interese.” No nos hablábamos mucho. Yo estaba en plena adolescencia. De modo que tal gesto me conmovió. Hoy sé que en aquel instante, entre lo que él acababa su frase y yo extendía mi mano, un genuino giro copernicano se daba en mi historia. Las siguientes noches las dediqué por entero a su lectura y, una vez terminado, nunca más pude ver de la misma manera la vida en Lima. Y si hablo de Sebastián es porque conforme me fui enterando más de él, más deseaba imitarlo. Muerto a los 41 años, Sebastián fue poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, crítico de arte, crítico literario, crítico teatral, columnista político, etc. Un intelectual comprometido. Mas no solo de palabras, sino también de acciones. Sus intervenciones públicas a través de los medios moldearon la cultura peruana por cerca de una década. De allí que me atreva a decir, sin duda alguna, que es uno de los antecedentes nacionales de lo que hoy se llama gestor cultural. ¿Pero hoy, en este contexto, cómo conciliar la creación, sea cual sea el género elegido; la investigación, sin quedar atrapado en la burbuja de la especialización; y la gestión cultural, y lograr un verdadero impacto en mi época; y no morir en el intento? Una pregunta que como un péndulo filudo paseó sobre mí año tras año. ¿Qué clase de artimaña arquitectónica tenía que utilizar para mi propia vida como para que, sin importar cuál fuese la puerta que abriera primero, llegase a un punto donde todos los caminos confluyeran armoniosamente? No me podía conformar con una sola opción porque estaría traicionándome.

Síntesis: 1 + 2 + 3 + 4 = La Diosa Ambarina

La Señal que llegó finalmente en forma de sueño. Las Revelaciones que se presentaron ante mí luego de leer una frase de Eielsona. La Reconciliación con la poesía. La Necesidad de integrar todas las búsquedas.

Tiempo de actuar.

Paulo César Peña


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